viernes, 15 de febrero de 2013

Carta al profesor de Plástica

Estimado Profesor:
Debo confesar que se me retuercen los intestinos, y me duele mucho la cabeza cuando pienso en los negativos que me ha dado. Esto es una injusticia que nos dice que Dios no existe, pues si existiese lo partería con un rayo fenomenal, y lo dejaría como una olla de arroz quemado.
 
Para colmo, salgo del instituto y me encuentro que nadie, ni tan siquiera mi madre,  me tiene simpatía por lo que sufro a cuenta de Ud. No hay nada que pueda decir para comunicar la angustia que yo, un simple chaval de 12 años que solo quiere llegar a ser presidente de una empresa, siento cuando me bajan la nota por el simple hecho de dar un discursito y reírme un poco en clase. Después de todo, no es que me este riendo de nada en particular, sino más bien de lo cómico que es este universo, en el cual vemos a un charlatán llegar a ser presidente.
Por esto y otras razones, algunas de las cuales son secretas y no se las puedo comentar (si lo hago tendría que matarlo y esconder su cadáver), le suplico desde las profundidades que no me dé más negativos. Yo tengo que ganarme la vida algún día, aunque espero que no pase antes del 2030 cuando me gradúe de abogado, y los negativos me van a suspender, y  si no puedo entrar en la universidad y por lo menos llegar a ser juez mis padres me matan.
Vamos a ponerlo de esta manera, si me da una buena nota y dice a todos que soy un buen estudiante, entonces le paso 5 euros de la plata que me van a dar por ganar el concurso de cocina con mi receta para  bocata de pasta de maní con mermelada.
Su alumno ejemplar (Ud. sabe quién).

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