lunes, 11 de febrero de 2013

No me estoy muriendo de hambre

Quiero agradecerle al que sea que esta allá arriba porque me ha enviado tanta comida durante mi vida.


No estoy seguro que haya sido intencionado, ni tan siquiera que haya sido un obsequio, pues he tenido que rebajar cerca de una tonelada métrica por comer demasiado, lo cual me ha resultado bastante difícil. Pero cuando lo pienso bien tener que trabajar para bajar de peso es probablemente mejor que pasar hambre.

Cuando uno empieza a escribir sobre las cosas que ve, lo primero que se le ocurre es la política. Por lo menos en mi mundo la política es el pan de cada día. No es que yo sea político. Soy bastante honesto y no sirvo para nada en esa profesión. Más bien me gusta criticarlos todo el tiempo. Últimamente esto se ha convertido en una obsesión, probablemente porque tengo tiempo en mis manos.
Cuando uno es joven e inocente piensa que puede cambiar el mundo y llegar a ser presidente. Yo nunca tuve esa ilusión pues he vivido mucho tiempo en lugares donde el gobierno consistía de un dictador supremo, caudillo, salvador de la patria, comandante en jefe del ejercito, y lo peor de todo el  vocero del gobierno que explicaba lo que le conviene al país y teníamos que hacer porquesinoospartimoslacabeza.  Y donde vivía en la democracia, resultaba ser que no me dejaban ser presidente porque no cumplía el requisito de ser nativo. Daba igual, los nativos no hubiesen votado por mí de ninguna manera.

Esto de ser inmigrante por todos lados  tiene sus puntos buenos, de los cuales el mejor es vivir mejor que antes cada vez que uno se muda  (si uno se muda de país y no vive mejor entonces metió la pata y debe considerar la mudanza un fracaso rotundo y echar para atrás).
 
Y ahora tengo que hablar de la religión, y quiero anunciar que recientemente tuve una conversación con el dios. Como ven, tengo un dios genérico pues no quiero que nadie se insulte ni que dejen de leer esto creyendo que yo soy su enemigo eterno. Por lo tanto mi religión es algo privado que solamente puedo confesarles eventualmente si me dan a saber que quieren participar en ritos religiosos conmigo, los cuales puedo modificar un poco. Como ven, soy un poco flexible.

Yo soy lo que le llaman un religioso convencido de que el dios está muy ocupado para oír plegarias pidiendo dinero o una ayudita para escaparse del infierno.  Las plegarias para pedir cosas son como las balas en la guerra cuando a uno le quedan pocas. Es mejor conservarlas y no usarlas mucho por si acaso se necesitan más tarde. Espero que esto no suene muy herético, pero es como lo siento, y no creo que al dios le importe mucho si yo soy un poco parco con eso. Es más, cuando lo pienso bien, probablemente se molesta si uno le reza todo el tiempo pidiendo cosas. Menos mal que es el dios el que tiene que oír toda esa multitud de gente, y no yo.

Y volviendo al tema original, ahora tengo que hacer algo para bajar de peso. La dieta me funciona más o menos si la sigo, pero tengo una debilidad por comer fruta y meterme en la cocina por la noche, lo que me hace tener que hacer más ejercicio de lo que sería necesario ni no me gustara comer tanto. La única excusa que tengo es que hacer dieta en Alicante requiere un esfuerzo especial, porque la comida es muy rica y casi todo lo que me gusta se consigue fresco. Si viviese en Londres, sería diferente, pues la comida inglesa no fue creada para gente normal. Los pobres ingleses se hubiesen beneficiado mucho si se hubiesen quedado colonia romana y compartido la cocina con los franceses, que si que saben comer.

Y no se crean eso de que los ingleses son franceses porque fueron invadidos por estos los cuales los destrozaron en la  batalla de Hastings. Esos franceses invasores  no eran de verdad franceses, eran vikingos que habían ido a  robar en Francia y se quedaron, y no aprendieron a  cocinar tampoco, aunque si aprendieron a hablar francés y ponerse perfume. Así quedó la historia, que yo sepa.

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